1 de octubre
El martes S. durmió en mi casa. Cuando se marchó eran las nueve de la mañana y yo, medio dormida, levanté la mano apenas, me di la vuelta y al escuchar como se cerraba la puerta respiré aliviada...
Obviamente, nunca más volveré a invitarle a dormir.
Ni tampoco a una copa, claro.
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