Nunca te diré mi nombre

Me siento una romántica perdida en el casquivaneo de la vida; me sé una niña en el mundo de los niños; me pierde el sonido de unos tacones y una minifalda bonita y una sonrisa en un amigo y un beso largo y un buen libro y un chico guapo, en fin, aquí escribo los retratos de mi inconsciencia, porque ser niño es igual a inconsciente cuando pasas los 25...

Wednesday, August 23, 2006

23 de agosto

El otro día al abrir el correo electrónico... ¡sorpresa!... Ahí estaba su nombre, R., entre publicidades raras y spam. Lo abrí trémula, sí, trémula, con miedo de leer y ansiedad por revisarlo. Fueron apenas cinco líneas. Me hablaba de sus vacaciones, y de lo guapas que eran las chicas que había conocido en una playa. Sé que debería de tomármelo como un adiós, no me interesas, te eché cinco polvos, que era lo que yo quería y ahora evito los problemas. Pero obvio sus palabras y me aferro a la esperanza de que me ha escrito. Sí, tres semanas después, pero me ha escrito, aunque ni siquiera me preguntara que ¿qué tal? o ¿cómo te marcha la vida?, me ha escrito, sí.
Aunque...
Si él así lo quiere, prometo, a partir de mañana, olvidarle,
o al menos, tratar de hacerlo.
¿Por qué le damos tanto valor a una palabra? ¿Por qué se nos clavan como acero candente en la memoria, aún sabiendo que son mentira? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

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