Nunca te diré mi nombre

Me siento una romántica perdida en el casquivaneo de la vida; me sé una niña en el mundo de los niños; me pierde el sonido de unos tacones y una minifalda bonita y una sonrisa en un amigo y un beso largo y un buen libro y un chico guapo, en fin, aquí escribo los retratos de mi inconsciencia, porque ser niño es igual a inconsciente cuando pasas los 25...

Sunday, January 28, 2007

29 de enero 2007

Escribir para mí es respirar, pero a veces, me ahoga.
Por eso, me he prometido vivir más para escribirlo, para jamás olvidarlo. R. ha vuelto a mi vida, a pesar de la distancia, a pesar de la indiferencia, a pesar de que con él lloré más que reí, él ha vuelto a mis rutinas, a mi cabeza. Me gustaría que estuviera a mi lado para compartir nimiedades. El tiempo que viví con él se mantiene en vilo, congelado, en stand-bay, aún así, late, me obsesiona. Miro sus fotos y su sonrisa, las arruguillas que le nacen en los ojos cuando ríe, y también sonrío. No debería, pero lo hago. Me ha invitado a que pase otro fin de semana con él, otra vez lejos de mi urbe, de mi pequeño mundo, otra vez en el suyo.
En una semana volveré a Dublín, dentro de una semana estaré allí, cinco años después de la primera...
Creo que en una semana, en esta semana que acaba de marcharse, maduré más que en nueve años, los cuatro de carrera y los cinco de independencia. No sé, de pronto, quiero hacer otras cosas; de pronto, ya no me gusta el vino; de pronto, no quiero que una mano ajena (una mano que no es la suya) me toque; de pronto, sólo quiero estar conmigo, y con él, a través de mis recuerdos, a través de lo que le escribo (y que él jamás llegará a leer, porque para R., Meridiana es esa pared de los edificios que no sirve para nada, para él no existe otra Meridiana, esta Meridiana)

1 Comments:

Blogger Víctor González Quevedo said...

Eres grande mi estimada, eres grande.

6:29 PM  

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