Nunca te diré mi nombre

Me siento una romántica perdida en el casquivaneo de la vida; me sé una niña en el mundo de los niños; me pierde el sonido de unos tacones y una minifalda bonita y una sonrisa en un amigo y un beso largo y un buen libro y un chico guapo, en fin, aquí escribo los retratos de mi inconsciencia, porque ser niño es igual a inconsciente cuando pasas los 25...

Tuesday, November 14, 2006

14 de noviembre

Hoy es uno de esos días en los que todos tus ex regresan a tu cabeza sin que tú los llames, sin que tú quieras, pero acá andan, en zapatillas de andar por casa, sin que tú seas capaz de echarles, sin que se vayan. El primero en aparecer es E., con su barba de unos días, su pelo negro y esa mirada de ojos negros, profunda, lasciva, inquietante... (siempre nos quedará esa esquina para volver a encontrarnos, me dijiste la última vez, aunque ya haya mucho de aquello). Luego llega R., aquel que me laceró el corazón en verano (aquel que nunca más volvió a responder a los mensajes, ni a las llamadas, ni a los recuerdos). Será por el verano, pero ahí aparece Borja (sí, es el primer nombre entero que aparece, y aparecerá en este blog, pero es que esto pasó hace diez años, los hizo en junio, en aquel chupinazo de R. hace dos lustros... ), ese Borja del que nunca más volví a saber; del que me fui corriendo, del que huí... y del que siempre ansié que la vida volviera a cruzarnos (siempre me pregunté qué hubiera pasado si él hubiera aligerado el paso detrás de mí, se llamaba Borja y su nombre no me importa ponerlo porque siempre quise volver a saber qué fue de su vida, si alguna vez olvidó aquel beso de kalimotxo...). Más tarde llegó A. y los siete años de idas, venidas, sueños en Palma y pesadillas en Salamanca, de enfados y vueltas, de aquellas dos horas en un Saxo, era Nochebuena... Luego, otro A, este entre medias del anterior y el siguiente, también A., o L., según cómo quisiera llamarlo, aquel se esfumó en apenas dos meses, y con él mis lágrimas, y mi capacidad de amar, estas se quedaron por siempre prendidas de un corazón a medias, aquel que compartimos, aquel que le regalé cuando él y yo fuimos nosotros. Y entonces aparece el otro A, o L., y todo se acaba, y los demás se esfuman. Él era niebla, él era oxígeno, él era mi mundo, él era yo, y todo lo demás. Quizá el resto hayan venido por él, con él, porque después no hubo más, sólo él, él, él, él, él. Todo comenzó mañana hace cinco años. Aún lo recuerdo. Se detuvo el tiempo, todos los tic-tacs: mucho después se fue y se apagó todo lo demás... Pero entonces, aquel día, yo aún no creía en el amor, pero apareció el destino... y todo me lo jodió...
Y lo peor no es que aún le recuerde. Lo peor es que tras él sólo hubo blanco. Y de esto mañana hará ya cinco años... ¡Cinco...!

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