Nunca te diré mi nombre

Me siento una romántica perdida en el casquivaneo de la vida; me sé una niña en el mundo de los niños; me pierde el sonido de unos tacones y una minifalda bonita y una sonrisa en un amigo y un beso largo y un buen libro y un chico guapo, en fin, aquí escribo los retratos de mi inconsciencia, porque ser niño es igual a inconsciente cuando pasas los 25...

Friday, March 02, 2007

A mi tía

Si pienso en ti lo primero que recuerdo es lo fuerte que me golpeabas la cara cuando me saludabas. Siempre, placa, placa, y yo me apartaba, dolía, pero sabía que lo hacías con cariño, era tu forma de acariciarme. Nunca te lo dije, y ahora ya no puedo, pero te quería, te quería mucho. Como tú a mí. Yo sí que sabía cuánto me querías. Lo mucho que presumías de tu sobrina escritora, como te compraste cuatro ejemplares de mi primer libro para regalárselo a tus hijos, a mis primos, por Navidad, cómo te sentaste en la primera fila de la librería en la que presenté mis dos libros, cómo me mirabas, cómo se te llenaba la boca mientras me cogías del brazo y me susurrabas lo orgullosa que se sentiría la abuela Paula si pudiera verme. Ahora tú estarás con ella, ahora tú se lo estarás contando. Hoy, hace justo siete días, te marchaste y ya no tendré tiempo de decirte lo mucho que te quería, lo que me gustaba que presumieras de sobrina. A la cabeza se me viene un recuerdo añejo, de cuando yo era una niña y me iba a tu casa de León unos días para hacerte compañía. Recuerdo que tú fuiste la primera persona que me señaló el solar donde hoy se levanta el Corte Inglés de León mientras me decías que allí lo construirían algún día, recuerdo tus macarrones con tomate, cómo me peinabas, cómo me ponías el ordenador para que yo jugara con los juegos de tus hijos. El sábado, en el tanatorio, esperaba escuchar tu risa en cualquier momento. Darme la vuelta y verte ahí, con tu visón sonriéndome, dándome fuerte en la cara, diciéndome que Rober estaba allí o aquí. Lo esperaba, creí reconocerte en la distancia varias veces, pero nunca eras tú. Tú estabas al otro lado del cristal, tan fría, tan lejos, que no quise mirarte, prefiero recordate como la última vez que recuerdo que te vi, en la piscina de Almansa, tan feliz, tan locuaz que aquel problema de corazón de antaño parecía un mal recuerdo, una pesadilla. Estos días me he preguntado muchas veces cuántos latidos aguantan nuestros corazones, como cada uno que da, es uno menos, cuántos tenemos, cuántos nos quedan. Tía Erundina, sé que póstumo vale menos, pero es cierto, te quería, te quiero, te echo tanto de menos. Cuidanos, por favor, desde allá arriba. Jamás te olvidaré. Ahora echo en falta ese placa, placa que me hacías cuando me acariciabas.

1 Comments:

Blogger Víctor González Quevedo said...

Sos grande mi estimada, cualquier cosa que hagas, escribas o sueñes. Grande.

11:23 PM  

Post a Comment

<< Home