Nunca te diré mi nombre

Me siento una romántica perdida en el casquivaneo de la vida; me sé una niña en el mundo de los niños; me pierde el sonido de unos tacones y una minifalda bonita y una sonrisa en un amigo y un beso largo y un buen libro y un chico guapo, en fin, aquí escribo los retratos de mi inconsciencia, porque ser niño es igual a inconsciente cuando pasas los 25...

Thursday, August 31, 2006

31 de agosto

Me siento triste, vacía, con los ojos acuosos y una sensación de hastío clavada en las entrañadas. En el fondo, por mucho que trate de engañarme, esperaba abrir el correo y encontrar alguna noticia de R. Aunque sólo fueran tres líneas, aunque me hablara de los guapas que son las chicas de nosédonde, aunque fuera un loquesea que fuera algo. Me siento hundida, abajo. Siento que aún le quiero, aunque no le conozca, le quiero, le ansío, le busco, me pierdo en la noche en busca de otros besos, abrazos y caricias que suplan las suyas, pero tampoco las encuentro, porque no son suyas, nunca es él. Y eso me hace hundirme más en mi pozo, en mis miserias particulares llenas de desamor.
Soy un desastre.
Hoy, todo es caos.

Wednesday, August 30, 2006

30 de agosto

R. sigue alejándose de mi cabeza, poco a poco. A veces, su recuerdo regresa, pero su indiferencia le puede a la nostalgia. Hoy regreso al trabajo, me planto delante del ordenador y no me apetece escribir. Y no me gusta, porque zafarme del curro nunca ha sido un hábito en mí, sino al contrario. En estos días de ausencia del universo blogger ha visitado al médico, he viajado a Santander, ida y vuelta en un día (allá, por cierto, comí en Los Peñucos, el restaurante de la familia del futbolista del Espanyol Iván de la Peña, todo exquisito, muy recomendable, increíble, más bien), he salido domingo, lunes, martes (y hoy, miércoles, también tocará). Mañana cenaré con un buen amigo.
De A. no volví a saber nada. Su juego es así, antes no lo comprendía, ahora sí. Sólo cuando él quiere. Por eso no le contesté. Ahora soy yo la que no quiero. Hoy AR. quería invitarme a cenar. He urdido una excusa manida, dolor de ovarios, típico en mujeres, para esquivarla, creo que él quiere algo que yo no le voy a dar.

Friday, August 25, 2006

25 de agosto

¡Ah! Por cierto, a A. ni le contesté.

25 de agosto

Hacía tanto tiempo que no sabía nada de A. que ni siquiera había pasado su número de móvil nuevo de la agenda al teléfono. Hoy, de repente, como una consigna que revela que sí, esta vez sí, es el comienzo de mi olvido de R., recibí un sms. "Te he visto, y me has vuelto loco". Supe que era suyo antes de comprobar su nombre. Como la primera vez que me envió uno, allá por Navidad, para volverme tarumba un par de meses. Aquello pasó, siempre pasa, y ahora al leer su sms (¡cuánto lo deseé durante el invierno!), la indiferencia se convirtió en risa.
Sé, ahora lo sé, que con R., en unos meses, me pasará lo mismo.
El tiempo todo lo come, todo lo cambia, todo lo pudre.

Thursday, August 24, 2006

24 de agosto

Hoy se supone que es el primer día de los que llegarán. El primero de los que vendrán sin él. Pero estoy decidida a emprenderlos, aunque sea sola.
(Además, que me pone muy cursi y no es plan)

Wednesday, August 23, 2006

23 de agosto

El otro día al abrir el correo electrónico... ¡sorpresa!... Ahí estaba su nombre, R., entre publicidades raras y spam. Lo abrí trémula, sí, trémula, con miedo de leer y ansiedad por revisarlo. Fueron apenas cinco líneas. Me hablaba de sus vacaciones, y de lo guapas que eran las chicas que había conocido en una playa. Sé que debería de tomármelo como un adiós, no me interesas, te eché cinco polvos, que era lo que yo quería y ahora evito los problemas. Pero obvio sus palabras y me aferro a la esperanza de que me ha escrito. Sí, tres semanas después, pero me ha escrito, aunque ni siquiera me preguntara que ¿qué tal? o ¿cómo te marcha la vida?, me ha escrito, sí.
Aunque...
Si él así lo quiere, prometo, a partir de mañana, olvidarle,
o al menos, tratar de hacerlo.
¿Por qué le damos tanto valor a una palabra? ¿Por qué se nos clavan como acero candente en la memoria, aún sabiendo que son mentira? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Thursday, August 17, 2006

17 de agosto

Sabina necesitó 19 días para conocerla y 500 noches para borrarla.
A mí con tres me bastó, y condenaron el resto de noches de mi vids.

17 de agosto

Han pasado dos días desde mi último sms. Dos días sin novedades. He viajado, he ido al fútbol, he comido sin contar las calorías, he dormido y he soñado, todo sin él.
¿Por qué me siento tan vacía?
¿Cómo puede ser posible que una persona esté las 24 horas que dura un día pensando, sintiendo y recordando a otra persona y la otra ni siquiera se inquiete, ni siquiera lo note, ni siquiera la guarda un poco, aunque sólo fuera un poquito, en su memoria?
¿Cómo puede ser?
Tengo ganas de llorar,
otra vez.
Cuando eso ocurre, cuando no puedes arrarcarte el recuerdo de otra persona por mucho que lo intentes, y lo piensas y reinventas durante 24 horas, los días se te antojan más largos. Mucho más.

Tuesday, August 15, 2006

15 de agosto

Anoche R. me envió un sms. Bueno, más que enviármelo, me lo contestó.
Sí, rompí mi promesa, le escribí yo antes. Pero me contestó. Y con eso me quedo.

Monday, August 14, 2006

14 de agosto


Hoy es catorce y sigo pensando en él. Es catorce y ya son quince los días de ausencia.
Siento que estoy muerta.
Siento que no estoy.
La última vez que miré esta estrella fue a su lado. Ahora es sólo una fotografía. Una fotografía de una estrella. Como él, que sólo es una imagen cerquita de mi cama. La fotografía de un recuerdo que ahorca, como la melancolía, como la rabia que siento al pensar en su indiferencia, contrastada con los cariños que me dispensó antes de meterme en su cama. Después, llegó lo de siempre. Se esfumó, y me dejó con su imagen ahí, clavada en el estómago, como un gatillo arañándome las tripas.
¡Imbécil!

Sunday, August 13, 2006

13 de agosto

Hoy, cuando venía caminando hacia al trabajo pensé en R. Y me eché a llorar. Sí, sé que suena cursi, que lo es, pero no pude evitarlo. Han pasado catorce días, c-a-t-o-r-c-e, desde que me dejara ahí, sola, confundida y perdida en una estación de Cercanías, a 600 kilómetros de mi casa, con las lágrimas ocultas detrás de unas gafas de sol.
La rabia me cortó como una daga las entrañas. Un corte limpio. Profundo. Y las ganas de llorar otra vez ahí, a punto de escaparse de los ojos, sin control.
Se esfumó. Me echó siete polvos, y se fue.
Y lo peor no es que me dejara sola en aquella estación. Lo peor es que sé que nunca va a volver.

12 de agosto

Este es el primero de tantos que vendrán. Él, R., ha sido el último de tantos que se fueron.